domingo, 18 de mayo de 2008

ANDY CARTAGENA TRIUNFA EN LAS VENTAS


Debutó la ganadería de San Pelayo, tercer hierro de Capea, en Madrid. Tomaba antigüedad por tanto. Sin divisa y con crotales. Feos detalles, los dos. Peor fue su comportamiento, más digna de matadero que de lidiarse en plaza de toros para Fiesta mayor. Ni por presentación, ni por juego se salva la corrida de Capea. Hasta el cuarto turno no asomó por toriles un ejemplar hondo, cuajado, de puras hechuras murubeñas.

No tuvo grandes dosis de maldad la corrida. Tampoco fondo. El toro del debut en Madrid salió con muchos pies camino de la barrera. No perdió en toda la faena su querencia a tablas ni su idea por saltar. No lo hizo. No fue fácil su lidia, por tanto. Había que sacarlo de su querencia. Lo hizo con temple y paciencia Joao Moura, pura delicia para los ojos. Mucho temple presidieron sus dos actuaciones. Trabajoso fue el esfuerzo en banderillas a lomos de Castelo, encelándolo, sacándolo a la primera raya para ejecutar una suave batida. De costado. Fue faena sin alardes, pero buena.

El cuarto fue otro toro noble pero sin mucha chispa. Trotón y suelto, buscó siempre salida, por encima de tablas. Moura volvió a firmar otra faena de mucho dominio y técnica. Poso portugués. De nuevo Castelo, un precioso tordo que le dio los pechos y siempre la cara al de San Pelayo. Las cuatro farpas tuvieron alta nota, de menos a más. El cuarto embroque, magistral. Tras las cortas, la cruz del portugués: la espada. Cinco descabellos necesitó para culminar su obra.

El segundo toro fue el peor de la tarde. Distraído, siempre embistió a arreones, cruzándose atropelladamente. No fue fácil el examen. Faena trabajada, que no lucida. De llegar mucho al toro, meterse en su terreno y salir, en más de una ocasión, atropellados. Tuvo mucho mérito la estocada, en los medios, a lomos de Oro Viejo, echándose literalmente encima del animal.

El quinto hizo aparición más viva y Pablo aprovechó para pararlo en los medios a lomos de Estella. Toreo en redondo y dos rejones de castigo, que acabó acusando el animal. Se apagó pronto en banderillas. Chenel hizo esfuerzos por encelarlo a golpe de costado, pero el toro, metido en tablas, no permitió ni su clásico cambio por los adentros. Se vino abajo el tercio, las más veces por la falta de codicia y celo del animal y otras pocas por la falta de precisión a la hora de clavar. Sólo tres banderillas. Y otras tantas cortas.

Con esas calentó el ambiente el estellés, a lomos de Nativo, un caballo tordo que arriesgó en los medios en los tres embroques. En la misma cara. Lo mejor de su tarde, amén del formidable espadazo en todo lo alto que tiró al animal sin puntilla. En sus manos puso la primera oreja de la tarde.

Otra se pidió para Andy en el tercero. Toro de buen son y poco celo, aunque se vino un punto arriba en banderillas. Sin embargo, un lamentable bajonazo con mucho vómito esfumó el trofeo, con criterio. Fue ésta una labor de alto nivel de Andy, que hizo esfuerzo dominando terrenos y distancias en banderillas a lomos de Fandi. Lo cuidó en los de castigo y puso la plaza a favor en una galopada a dos pistas con el toro por los adentros.

Lo llevó templado y se gustó en un formidable embroque al quiebro, aunque lo que más se jaleó fue otra entrada al violín. El delirio llegó con las cortas a lomos de Carioca. Tres entradas al violín en un auténtico carrusel. Muchos recursos.

Para el sexto la gente ya estaba venida arriba y se entregó con el benidormí. En todo. El toro salió abanto como sus hermanos pero galopó y se entregó más que los otros cinco caballos juntos. Dos rejones clavó a lomos de Fransua, el segundo llegándole de frente, muy cerca.

Algo más aplomado, la actuación de Andy fue puro espectáculo. El tordo Magno lo batió en terrenos de tablas, donde el toro se mostró más incómodo. Fue el único que pidió medios, y Andy lo aprovechó. Hubo demasiadas pasadas en falso en ese tercio. Y poco ajuste en algunas de las entradas, sobre todo la última.

Para levantar aquello Cartagena dio fiesta a un espectacular tordo vinoso de nombre Pericalvo, que llenó plaza y que vino a sumarse al delirio. Encelándolo con la cola en redondo, balanceos en el sitio. Encendió la plaza, que estalló con una farpa en todo lo alto, la mejor. Y que se vino abajo con el carrusel de cortas al violín y los desplantes de Andy. Encendió el ambiente con total entrega.

El rejonazo fue tan fulminante como bajo. Dos orejas en pleno delirio. A la entrega irreprochable de Andy. ¿Se acordará el inefable Julio Martínez de la faena de El Juli que premió sólo con un trofeo?.

Fuente: www.burladero.com

EXITO DE MANZANARES EN TALAVERA


José María Manzanares salió a hombros y El Cid cortó una oreja ayer en Talavera de la Reina, en el 88 aniversario de la muerte de Joselito. Con tres cuartos de entrada, se lidiaron toros de Herederos José Luis Osborne, terciados y sin casta, salvo cuarto y quinto, de buen juego, según informa Efe. El Cid (en la imagen), palmas y oreja. Manzanares, palmas y dos orejas. Cayetano, palmas en ambos. El banderillero Luis Blázquez García sufrió una cornada limpia con dos trayectorias de 15 centímetros, de pronóstico menos grave.

Fuente: www.abc.es

ACCIDENTADA CORRIDA DE VALVERDE


Se escapó de milagro. Javier Valverde vio el mundo al revés entre los pitonazos inmisericordes del sexto. Valverde estaba recio, realizando un verdadero esfuerzo sobre la mano derecha con un toro que embestía mordiéndose la bravuconería y el mal estilo. Y cuando le presentó la izquierda se fue directamente al cuerpo del torero; en el suelo la paliza fue brutal. Los derrotes salvajes rompían la seda de la taleguilla pero no calaban la carne; buscaban la cabeza, el rostro, el pecho... Grogui, al borde del K.O., recuperaron a Valverde en las tablas, le quitaron la casaquilla para que respirase. Agua bendita para la nuca y la frente ensangrentada. Y volvió a la cara del morlaco que cada vez se iba menos de la muleta. Realmente nunca se había terminado de ir. Sólo que el diestro salmantino le había tragado y consentido todo, lo había alegrado en una media distancia para que con la inercia al menos lo ayudase. Aunque fuese de mentira. Un pinchazo bajo antes de la fulminante estocada inhabilitó la posibilidad de oreja, y la cosa quedó en una meritísima vuelta al ruedo.
La corrida del Marqués de Domecq fue la más fea y desigual del mundo. Parecía escogida para no embestir. Cada toro de su padre y de su madre. Uno sin cuello; otro sin trapío que fue devuelto porque un lanzazo de un picador le partió el espinazo; el cuarto reconstruido por el doctor Frankenstein con el lomo en escalera; el tercero, un zapato, recortado de manos; otros grandones, fuera de tipo; y la guinda de un sobrero de Jaral de la Mira digno de un gache. Evidentemente aquello salió como tenía que salir.
El castaño zapato de amplia cuna no contuvo ni un ápice de casta. Le faltó siempre viveza y un tranco. O dos. Valverde resolvió con la firmeza que mostraría luego. Y con limpieza. Pero con la espada marró malamente. Tampoco hacía falta: el toro se echó de puro descaste.
A Rafaelillo lo premió la empresa de Madrid como el torero revelación del pasado San Isidro. Pero en una placa de hojalata y en esta mierda de corrida quedó el reconocimiento. Rafael Rubio se encontró con un primer toro que pisó el ruedo enterándose de hasta dónde estaba el acomodador. Barbeó tablas, manseó, no descolgó nunca y fue un verdadero barrabás. Ni muleta ni toques. Tenía el olfato de un depredador de femorales. Rafaelillo pasó las de Caín sin descomponerse ni amilanarse, ni cuando un tornillazo le abrió la taleguilla. La historia era ya imposible, y Rubio se dobló con él y le recetó un estoconazo a ley perdiendo el engaño. La trayectoria atravesadilla acarreó el uso del verduguillo, que no impidió la ovación. Al monstruoso cuarto, lo trajinó con la mano derecha muy por abajo, tapándole mucho la cara y los defectos de resentido; por el pitón izquierdo, se quedaba en las zapatillas. El arreón de la bestia al sentir el acero destapó sus intenciones. Rafaelillo estuvo por encima y en profesional.
A Iván Vicente, que es torero de clase, la tourada le vino a contraestilo. Corrió turno al devolverse el segundo, pero el que nunca fue quinto calamocheaba, embestía con la cabeza torcida, y enganchaba demasiado los avíos. El infumable sobrero de Jaral de la Mira tampoco le dio opciones. Pero Iván Vicente debió ponerle fibra. Otra mentalización. La estocada fue lo mejor.

Fuente:www.abc.es